El movimiento de la palabra de fe, que tiene como doctrina principal "La confesión positiva", es una doctrina que se inició y
desarrollo durante el siglo XX, su fundador fue E.W. Kenyon, quien estudió las enseñanzas metafísicas del "Nuevo
Pensamiento" de Phineas Quimby, enseñanza que se resume en que «si la persona cree lo suficiente algo que desea,
entonces eso que cree, será posible en su realidad» esta doctrina realmente tomó fuerza años después, gracias al pastor
carismático Kenneth Hagin, quien la sistematizó, hecho que abrió paso a lo que en la actualidad se conoce como el
"evangelio de la prosperidad", impulsada principalmente por las iglesias neo-pentecostales.
Esta teología, tiene un origen eminentemente metafísico, que al ser mezclada con la Palabra de Dios, terminó dando por
resultado la doctrina de la confesión positiva que se resume en que «si el cristiano dice en voz alta, las palabras
correctas, con la fe correcta, Dios está obligado a dar lo que se pide por el "poder" que está en la boca del cristiano como
hijo de Dios, (hecho a su imagen y semejanza), dándole la categoría de "pequeño dios"». Esta doctrina herética,
convierte a Dios en un tipo de santa claus cósmico, que tiene que dar sí o sí, todo lo que se le pide con "fe". Esto, sin
duda, es resultado un pobre estudio de la Biblia, de una hermenéutica errada, de estudiar textos sin contexto, lo que
produce no sólo no entender la Biblia adecuada y correctamente, sino que hace tergiversar el lenguaje retórico y literario
que usó Jesús en algunas ocasiones, por ejemplo, (y precisamente a este caso), cuando referíó «a que la fe mueve
montañas», el cual no es un lenguaje literal, sino retórico, que Él usó para enseñar sobre la oración.
La Biblia enseña a pedir conforme a la voluntad de Dios, Jesús mismo dió tal ejemplo a sus discípulos cuando les enseñó
a orar, “...hágase tu voluntad en el cielo, como en la tierra” -Mateo 6:10-
Sin duda, la fe agrada a Dios, y la oración del justo también puede mucho, pero la Palabra de Dios enseña a PEDIR, no a
confesar, declarar o muchos menos a decretar, y ojo con esto, Dios NO contesta las oraciones cuando se piden con
arrogancia, o cuando se busca decretar algo para que lo cumpla «Él Único» que puede y ha decretado, y mucho meno
Dios contesta una oración, cuando la persona pide que se cumpla su voluntad por encima de la Suya, y hasta con
soberbia llega a declarar que: "No aceptará un no por respuesta”.
La Biblia nos enseña también, como la gente que estaba enferma, por ejemplo, durante el ministerio de Jesús acá en la
tierra, pidió humilde y humillantemente que Él los sanara:
- Un leproso se acercó a Jesús, y le dijo: “Señor, si quieres, puedes limpiarme (sanarme); y Jesús le respondió: “Si quiero”
- Un centurión se acercó a Jesús, y le dijo:
“Mi criado está postrado en cama, paralítico, y gravemente atormentado, pero ni siquiera soy digno de que entres bajo mi
techo, sólo dí la palabra y mi siervo sanará”; y Jesús le respondió: “Ve y como creíste, te sea hecho”
- Dos ciegos le dijeron a Jesús: “Ten misericordia de nosotros, hijo de David”; y Jesús los sanó.
- Habían enfermos en la tierra de Genesaret, y le ROGABAN a Jesús, que les dejase tocar tan siquiera el borde de su
manto para ser sanos.
Los enfermos en la Biblia nunca confesaron y decretaron por salud, sino pidieron por la voluntad de Dios y hasta se
sentían indignos de un milagro, pedían misericordia y rogaban por sanidad.
Este es el ejemplo a seguir, y ningún otro más.